
—Madre mía, si me muero
deste mal que Dios me ha dado,
por mí no toquen campanas
ni me entierren en sagrado;
que me hagan sepultura
a orillas de un verde prado,
donde no pasen ovejas
ni otra clase de ganado;
por cabecera me pongan
un canto de oro labrado
con un letrero que diga:
"Ya murió un desesperado:
no murió de calenturas,
ni de dolor de costado,
¡que murió de mal de amores,
que es un mal desesperado!"
deste mal que Dios me ha dado,
por mí no toquen campanas
ni me entierren en sagrado;
que me hagan sepultura
a orillas de un verde prado,
donde no pasen ovejas
ni otra clase de ganado;
por cabecera me pongan
un canto de oro labrado
con un letrero que diga:
"Ya murió un desesperado:
no murió de calenturas,
ni de dolor de costado,
¡que murió de mal de amores,
que es un mal desesperado!"
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