sábado, 12 de junio de 2010

El desesperado





—Madre mía, si me muero
deste mal que Dios me ha dado,
por mí no toquen campanas
ni me entierren en sagrado;
que me hagan sepultura
a orillas de un verde prado,
donde no pasen ovejas
ni otra clase de ganado;
por cabecera me pongan
un canto de oro labrado
con un letrero que diga:
"Ya murió un desesperado:
no murió de calenturas,
ni de dolor de costado,
¡que murió de mal de amores,
que es un mal desesperado!"

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