viernes, 23 de diciembre de 2011

Guerreros de la pluma 2

Miguel Hernandez.
Texto de un compañero de prisón, que recuerda al valeroso poeta.

Yo coincidí con Miguel, en la madrileña cárcel de Torrijos.El llegó allí a mediados de Mayo de 1939. Es inútil decir que su llegada fué un acontecimiento,dado que era muy conocido por todos. Se instaló junto con Luis Rodriguez y conmigo, en lo más alto de la torre, junto a un reloj que tuvimos que estropear,porque no nos dejaba dormir con su tic tac.En las tertulias que solíamos tener, Miguel decía : " Tenemos que " despemanizar" España", refiriéndose al escritor del bando franquista Pemán,el cual solía colaborar mucho en la revista de los presos llamada "Redención!".Que, por cierto, a Miguel le ofrecieron colaborar en ella, pero puso una condición : " Yo soy un poeta y colaboraré si ustedes me dejan salir cuatro o cinco horas todos los días por el campo".
Naturalmente no se aceptó su propuesta.
Los primeros que tuvimos la suerte de escuchar la famosa " Nana de la cebolla" fuimos Luis Rodríguez y yo. Miguel nos la recitó con lágrimas en los ojos.En una ocasión estábamos juntos Miguel y yo,mientras celebraban la misa en el patio.Tanto él como yo, nos distraíamos mirando las golondrinas que revoloteaban por allí.De ello se dió cuenta el jefe de servicios José Bustamante , quien nos dijo: " Cuando se termine la misa, presentaros". Nos peló al cero,cosa que para Miguel fué un placer ya que siempre le gustaba ir pelado, y nos dijo " Desde mañana tendréis que estar 15 días barriendo el patio". Por fortuna , el jefe de limpieza era un preso común, apodado " el chuleta", quien nos dijo :"No preocuparos, coged la escoba ,os quedais en ese rincón, la moveis un poco y ya está".Así lo hicimos.Al término de los 15 días Miguel me leyó,un soneto, el titulado "La ascensión de la escoba", pineso que ese soneto, "La nana de la cebolla" y una dedicatoria a la hija de Manzanares fué lo único que hizo Miguel en la cárcel de Torrijos.
Y de pronto un dia en plena mañana ,sonó, inesperadamente la voz del voceador,: " Miguel Hernández, que acuda con lo que tenga".Lo que suponía la libertad. Todos nos quedamos de piedra,¿ Por qué se produjo aquello? Porque Miguel al detenerle, había dicho que era un simple soldado y, al no caber tantos presos en las cárceles, solían dejar en libertad vigilada a los menos significados.Salió Miguel y fue directamente a mi casa.Al otro día, en companía de mi hermano se dirigió a la embajada de Chile.El embajador Don Germán Vergara, que ya había ayudado anteriormente a Miguel,le recibió con los brazos abiertos y le dijo:" Bueno, supongo que usted se querrá quedar aquí como refugiado político" " No, dijo Miguel, me quiero ir a mi pueblo". Hubo un forcejeo, tanto el embajador como Montañón y Serrano Plana, intentaron disuadirle de ello,pero Miguel, enseñando un montón de cartas de su mujer,les dijo "Yo no puedo dejar así a Josefina". "Bueno, le respondieron, a Josefina ya la sacaremos".No fué posible convencerle,y aquella noche fué Miguel a la estación de Atocha en companía de mi hermano.Alli había una Comisaría en donde había que firmar un documento por el que se le autorizaba a emprender el viaje.Lo firmó Miguel, en presencia de mi hermano,quien tuvo el presentimiento de que Miguel, en aquel momento, rubricaba su sentencia de muerte. Y así fué,Miguel cometió el tremendo error de su vida al marcharse a su pueblo, cuando estaba en libertad.
Fernado Fernández R.
Extraído de la revista Vientos del pueblo,Asociación Amigos de Miguel Hernández.

Antonio Machado
Poesías del cuaderno «Apuntes inéditos», 1933-1934

La República se ha ido.
Nadie sabe cómo ha sido.
R.I.P.
A ntonio Machado

Guerreros de la pluma

Durante el conflicto la literatura fué muy variada,eso si,el bando republicano contó con el mayor numero de escritores y de más prestigio.
La república venció la guerra de las letras.
Hora de España, el periódico de mayor prestigio republicano, tuvo en sus páginas escritos de Antonio Machado, León Felipe, Dámaso Alonso... el contenido de este importante periódico era de muchísimo nivel.
Otra de las funciones de los poetas era la de marchar al frente a recitar poemas, y así animar a los combatientes de alguna manera posible. Entre los escritores que más se dedicaban a esta función podemos destacar a Rafael Alberti.
Es de lamentar, que también hubo poetas del pueblo que no llegaron a publicar o que las tropas franquistas destruyeron sus obras en los registros a que sus domicilios fueron sometidos.
Una "curiosa" anecdota sobre la supuesta muete de Benavente y los hermanos Alvarez Quintero, nos muestra la crueldad de los falangistas, para encubrir el asesinato de Garcia Lorca, el poeta granadino.
Las circunstancias exactas de su asesinato, a manos de los militares sublevados, no se conocieron durante largo tiempo ya que desde el primer momento una intrincada madeja de propaganda, silencio, y tergiversaciones se fue posando sobre el suceso.
Resulta curioso que la primera muerte de un laureado dramaturgo español que se conoció en Puerto Rico no fue la de Federico García Lorca sino la del premio Nobel Jacinto Benavente: el 22 de agosto de 1936 El Mundo dio a conocer la noticia del asesinato en Madrid de los hermanos Álvarez Quintero y el propio Benavente, mediante gruesos encabezados de 7 columnas y foto grande del autor de Intereses creados. El periódico citó un parte de Prensa Unida procedente de Lisboa que a su vez se apoyaba en las emisiones radiales que desde Sevilla perifoneaba el truculento General Queipo del Llano.
En su edición del 25 de agosto El Mundo, de Puerto Rico, comunicaba la muerte de Benavente. Al día siguiente la dirección del periódico no tuvo más remedio que dar a conocer otro parte de Prensa Unida donde se informaba que el "difunto" por el cual se habían elevado preces se hallaba sano y salvo. La Democracia también rectificó en primera página su versión original.
Como hoy sabemos no fue la inescrupulosidad de una agencia informativa la responsable de estas falsedades: con toda probabilidad la especie sobre el "asesinato" de Benavente y los otros dramaturgos se originó en los cuarteles del propio general Queipo del Llano la noche del 18 al 19 de agosto, y se divulgó primero a través de radio Sevilla, y luego en la prensa nacional durante los días subsiguientes. Según el historiador Ian Gibson, los nombres de Benavente y los Álvarez Quintero habrían sido seleccionados por tratarse de dramaturgos y su supuesta muerte fue difundida como subterfugio propagandístico por parte de los militares nacionales para tratar de justificar o contrarrestar la muerte real del también autor dramático Federico García Lorca, fusilado por ellos con toda probabilidad la madrugada del propio 19 de agosto. Es obvio que El Mundo y La Democracia se tragaron el señuelo propagandístico que desde la remota Radio Sevilla había lanzado el general Queipo del Llano.
Sobre los rumores de la muerte de Lorca
La labor encubridora del asesinato de Lorca por parte de la dirección de El Mundo continuó durante la guerra. En octubre de 1936 su revista Puerto Rico Ilustrado, en un remedo de homenaje póstumo al poeta granadino, publicó varios de sus poemas acompañados de una nota que lo catalogaba como "víctima de la actual revolución" e indicaba que éste había muerto "en un tumulto popular". La sección local de Falange Española no podía mantenerse ajena al intento de encubrir el asesinato de Federico García Lorca. En uno de los primeros comentarios de la revista falangista local Avance sobre el incidente, el entonces joven falangista Eladio Rodríguez Otero, en respuesta a la denuncia hecha en San Juan por el dramaturgo Alejandro Casona, respondió: "Nadie sabe cómo murió el poeta granadino. Lo que sí sabemos y no lo puede negar nadie es que en Madrid y otras partes de España murieron asesinados... muchos intelectuales tales como Ramiro de Maetzu...". Resulta irónico que el autor de este comentario, décadas más tarde, figuró pomposamente como presidente del Ateneo Puertorriqueño, líder independentista y defensor de la "cultura puertorriqueña" y su idioma español.

Poquita Cosa - Antón Chejov


*Poquita cosa - Anton Chejov*

Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que
pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.

-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted
seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo
pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta
rublos por mes...

-En cuarenta...

-No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las
institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos
meses...

-Dos meses y cinco días...

-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta
rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted
no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...

A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante
de su vestido, pero... ¡ni palabra!

-Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante
cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a
Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le
permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al
descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es
cierto?

El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad.
Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz,
pero... ¡ni palabra!

-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito.
Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de
la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además,
debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la
chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le
robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe
sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó
prestados diez rublos.

-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.

-¡Pero si lo tengo apuntado!

-Bueno, sea así, está bien.

-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...

Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...

Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre
muchacha!

-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa
tres rublos... Nunca más lo hice...

-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres
y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres...
tres... uno y uno... ¡sírvase!

Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los
metió en el bolsillo.

-Merci -murmuró.

Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi
indignación.

-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.

-Por el dinero.

-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por
qué merci?

-En otros sitios ni siquiera me daban...

-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado
una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están
preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida?
¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este
mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?

Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro,
los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la
mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

Fin
CiudadSeva