viernes, 23 de diciembre de 2011

Poquita Cosa - Antón Chejov


*Poquita cosa - Anton Chejov*

Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que
pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.

-Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted
seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo
pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta
rublos por mes...

-En cuarenta...

-No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las
institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos
meses...

-Dos meses y cinco días...

-Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta
rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted
no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...

A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante
de su vestido, pero... ¡ni palabra!

-Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante
cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a
Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le
permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al
descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es
cierto?

El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad.
Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz,
pero... ¡ni palabra!

-En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito.
Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de
la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además,
debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la
chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le
robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe
sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó
prestados diez rublos.

-No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.

-¡Pero si lo tengo apuntado!

-Bueno, sea así, está bien.

-A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...

Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...

Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre
muchacha!

-Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa
tres rublos... Nunca más lo hice...

-¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres
y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres...
tres... uno y uno... ¡sírvase!

Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los
metió en el bolsillo.

-Merci -murmuró.

Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi
indignación.

-¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.

-Por el dinero.

-¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por
qué merci?

-En otros sitios ni siquiera me daban...

-¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado
una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están
preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida?
¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este
mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?

Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"

Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro,
los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la
mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!

Fin
CiudadSeva

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