viernes, 6 de noviembre de 2009

Una doble familia, de Eugene Balzac


La novela, que empieza con un aire romántico que interesa y encanta, termina con páginas de un realismo terrible, crudo y totalmente trágico. El arqueólogo que hay en Balzac aparece en la pintura de esa curiosa calle del Torniquete de San Juan..., lógebra y húmeda, donde jamás penetra el sol, y que era uno de los rincones antiguos de Paris. Llamóse en un principio rue du Pet-au-Diable y dejó de existir entre 1836 y 1838, en que la piqueta derribóla para abrir la calle ancha Lobau.
En Una doble familia hace su primer comparecencia el famoso doctor Horacio Bianchon, aún joven e ignorado, que luego volveremos a encontrar, ya célebre y rico, en narraciones posteriores, y en quién Balzac encarna el prototipo de médico ideal, sabio, bueno y generoso. Lo que debiera ser el médico.




MI OPINIÓN SOBRE LA NOVELA.

Más que una novela, Una doble familia es un relato corto (45 págs.), y como el lector puede imaginar, es un relato sobre un hombre que mantiene a dos familias. Además, la narración tiene una moraleja más o menos explícita.

Un día el hijo del Conde de Granville recibe en su domicilio de Paris, donde es magistrado, una carta de su padre el Conde notificándole que Mademoiselle Angelica Bontems acaba de perder a su hermana, y por lo tanto se convierte en la única heredera de su madre. El Conde le urge a su hijo a que acuda al domicilio paterno de Bayeux, para acordar el matrimonio con la madre de la joven. Además de que las familias se conocen de antaño, ya que son "vecinos de tierras", los dos jóvenes jugaban juntos durante las vacaciones de verano cuando eran niños. Sin embargo, el joven cambia de opinión cuando acude a la casa de la novia y la encuentra decorada de crucifijos, velas, cuadros de santos y vírgenes, etc. El ambiente espanta al joven, y le comunica a su padre su decisión, y que tiene una carrera prometedora en París, ya que le ha prometido su jefe un ascenso, con lo que obtendrá muy buen sueldo, lo que unido a la pequeña fortuna de su padre, espera un futuro prometedor en París como soltero.

Pero cuando en la misa ve a la bella Angelica, cambia de opinión una segunda vez y decide casarse. Pero antes firma un papel comprometiéndose a respetar los usos religiosos de su esposa, joven, hermosa pero beata.

Cuando la pareja se instala en Paris, empieza a arrepentirse de la boda, ya que la beata de su mujer es más seca que la mojama. Y aparte pare hijos como una coneja, hasta uno por año. La joven esposa no quiere acudir a bailes, a funciones de teatro y a otros divertimentos a los que, por razones de su cargo, el esposo está obligado. Al contrario, acude a misa diaria, a rezar, a novenas y cualquier otro tipo de mojigatería, mal aconsejada por su director espiritual. Cualquier cosa con tal de preservar la salvación del alma.

Pasa una quincena de años y el ahora ya conde de Granville, al pasar caminado por la calle arriba mencionada, ve a una joven y bella, pero pobre como las ratas, costurera, con la que se casa. Supongo que como el conde se casó en Bayeux, esto le permite la bigamia.

Al final el conde vuelve con su primera esposa, la rica, como está mandado, que para eso están las leyes sociales que resuelven todas las dudas.

Al final, como dice la presentación, acaba en tragedia.

La inevitable moraleja es + o -: joven esposa, no seas tan beata que espantes a tu marido de tu cama. O como diríamos actualmente, la esposa debe ser una señora en la calle y una puta en su casa.

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